El séptimo escalafón de verano
estimula la masiva membrana
que se pierde en lo inmensurable
y en la higuera te socava.
Mientras que en lóbregos bosques
lo esbelto se consagra
los pinos se subyagan
para llevarse toda alma.
Y las laderas de la montaña
encrespan la luciérnaga enana
que en el mismo miasma
hace renacer al mañana.
Y los sueños de Poseidón
remontan miles de barriletes
y alejan a los burletes
que dormían en el paredón.
Y la soledad de toda ninfa
que hizo el amor con un sátiro
se perdió para siempre en su fealdad
dejando reflexión en el acto.
Lo salvajemente odiado
hace perder el sentido almidonado
que intercepta lo conjeturable
para enfatizar lo tan amable.
De esta forma se despide
para crear confusión en la mente
que se enloquece por verte
y todavía no se decide.
Y en una persuasión obscura
la terrible subyacente te sutura
y la influencia de toda tortura
enaltece la frenasténica locura.